top of page

Que me plazca tanto dar, que si no comparto mi pan, me quede con hambre


Según va la Cuaresma dando paso a la Pascua del Señor, más que extraer algo de ella, he preferido que ella saque lo mejor de mi. Y es precisamente un poco de esto, lo que en esta reflexión te voy a compartir. Cuando a alguien le place dar, si no comparte su pan, se queda con hambre. Hambre y sed de justicia que estallan como un grito ensordecedor de la propia conciencia del individuo arrepentido, que reconoce su falta al tornarse indiferente, dejando vacía la mano extendida del indigente. Dios sabe todo lo que tú y yo podemos dar en relación a lo que el otro necesita. Y también conoce lo que tú y yo necesitamos frente a lo que el otro puede disponer en favor nuestro. Porque cuando el amor y la alegría acompañan nuestras acciones, es Cristo quien nos llama, quien recibe, quien entrega y quien se da. Así que nada ni nadie puede sabotear su obra de amor misericordioso. Si tú y yo conociendo su ley no damos todo lo que podemos para satisfacer la necesidad de alguien que Él haya puesto en nuestro camino, entonces apelará a otros más justos que tú y que yo, para que aquel a quien le negamos lo que nos correspondía dar, reciba justamente lo que necesitaba. Entonces, lo que Dios tenía para ti y para mi, como no hicimos lo que en justicia nos correspondía, se lo dará a aquellos que hicieron lo que a tú y yo estábamos llamados a hacer. “El pagará a cada uno conforme a sus obras”. Romanos 2, 6 Nadie ha podido dar jamás, más que lo que ha recibido. ¿Puede un cartero quedarse con cartas que no son suyas? ¿Retiene acaso la nube la lluvia que ha de caer? ¿No da a luz la madre al hijo cuando le llega su tiempo? ¿Sobre quien no brilla el sol con su luz cada mañana? ¡Ay de mi si no comparto los dones que se me han dado! Manufacturados en las Alturas, tú y yo somos un presente del Rey, para que aquellos que lo reciben, lo estén recibiendo a Él. La certeza de que vivo es la disposición de mi alma para transmutar en acción todo aquello que perciba con ojos de compasión. "Al que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y cuanto más se le haya confiado, tanto más se le pedirá cuentas". Lucas 12, 48 Tu y yo somos a la vez, sujetos y objetos de la Providencia Divina, toda vez que nuestros corazones se abren y nuestras manos se extienden para acoger y/o liberar el bien supremo que por medio de nosotros fluye. Viviendo desde esa comprensión no hay lugar para la preocupación por lo que traerá el mañana, ni para el temor a la limitación y la escasez. "No se preocupen...........Los que no conocen a Dios se afanan por esas cosas..." Mateo 6, 31 y 32 El hecho de dar es un triunfo del espíritu inagotable sobre la materia finita. ¿Qué sería de mi alma si se desboca el caballo encima del cual galopa? El caballo de mi alma es mi cuerpo, quien ignora por si mismo las necesidades del jinete que lo monta, e insiste en hacer tan solo aquello que le apetece aunque una y otra vez lo haya tenido que pagar con creces. Lo que conviene al jinete le hace bien a su caballo. Lo que le gusta al caballo perjudica su jinete. Cuando se agote su ciclo el caballo vuelve al polvo. Cuando termine su viaje el jinete va a la luz. Ojalá y que en en este período cuaresmal tus reflexiones, te hayan llevado a darle prioridad y supremacía al jinete sobre el caballo; vale decir, a la razón sobre los sentidos y a tu alma más que a tu cuerpo.

Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
No hay etiquetas aún.
Comparte
  • Facebook - Black Circle
  • Instagram - Black Circle
  • Google+ - Black Circle
  • Twitter - Black Circle
bottom of page