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El Espiritómetro”, herramienta 100% garantizada por el aval de la Santa Palabra


Así como Daniel Gabriel Fahrenheit inventó el termómetro, instrumento que sirve para medir la temperatura; Robert Hooke el pluviómetro, que sirve para la recogida y medición de la precipitación de la cantidad de agua; Evangelista Torricelli el barómetro, que permite medir la presión atmosférica; el Apóstol Pablo, nos da una clara idea de lo que bien podríamos llamar el nombre de “el espiritómetro”, herramienta que nos permite auto examinarnos para ver qué tanto de Espíritu Santo hay en nosotros, lo cual puede ser medido únicamente por los frutos.

Esto último, cobra una importancia capital porque es el mismo Jesús que en Mateo 7, 18-20 nos dice lo siguiente:

"Un árbol bueno no puede dar frutos malos, como tampoco el árbol malo puede producir frutos buenos. Todo árbol que no da frutos buenos se corta y se echa al fuego. Por lo tanto ustedes los reconocerán por sus obras."

A propósito de esto, la pregunta que todo cristiano debería hacerse es, ¿cómo saber si dentro de la espesura del bosque de nuestro Padre Creador yo soy uno de sus árboles buenos?

La respuesta es: por medio de ”el espiritómetro”, que encontramos en Gálatas 5, 22-23 como leemos a continuación:

"En cambio, el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, generosidad, bondad, fidelidad, humildad, y dominio propio. Estas son cosas que ninguna ley condena."

Estamos hablando aquí de nueve frutos del Espíritu mediante los cuales todo convertido verdaderamente interesado en su salvación, puede por sí mismo, y de manera práctica, hacerse un auto diagnóstico sincero para detectar en cuáles áreas necesita reforzar o perseverar de modo que su progreso en la senda del Espíritu pueda ser observable, progresivo y hasta medible.

Se trata, pues, de un trabajo interior inaplazable que nadie puede hacer por otro. No puede ser excelente quien no trabaja consigo.

Y es que no basta con hacer el Seminario de Vida en el Espíritu si no tenemos la determinación de ir en pos sus frutos.

Ciertamente, no es posible conocer a Dios Padre y a su hijo Jesucristo sin dar frutos.

Así que si no estamos dando frutos es porque no lo conocemos. Sabemos mucho a cerca de él, pero a él, no lo conocemos todavía.

Queda claro, pues, que conocer a Dios equivale precisamente a dar esos frutos del Espíritu que cada cual puede alcanzar auxiliándose de “el espiritómetro”, herramienta imprescindible para ser salvos, cien por ciento garantizada por aval y la credibilidad de la Santa Palabra.

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