Pregúntaselo al Concón
Cuanto más libre es una persona, más solidaridad manifiesta y viceversa. El alma solidaria tiende hacia el equilibrio, a la armonía y a la justicia en su mundo. Son para ella como pilares que dan razón y sentido a su existencia. Una actitud solidaria vivida como valor, especialmente cuando se orienta hacia los sectores sociales más desfavorecidos, genera en el ser que la sustenta una sensación de libertad, donde las compuertas de su bien se abren en un generoso fluir que irriga su espíritu de justicia, dejando a su paso el sedimento del sano equilibrio donde germinan y crecen de manera conjunta las semillas de la armonía y la paz interior. El torpe razonamiento de quienes ignoran esta verdad, es que al dar de lo que tienen su bien se agota, por tanto se aferran cada día más y más a todo aquello que perciben como suyo. Tan grande es su hueco interior que nada lo sacia, de ahí su desproporcionado y esclavizante afán de tener. La sensación de vacío, por lo regular la viven aquellos que se sienten solos. Y aunque aparentemente lucen despiertos, astutos y hasta exitosos, son espíritus que duermen, que perdieron el camino que conduce a la verdad de que Dios lo llena todo. Superar ese fracaso, interiormente devastador, pasa necesariamente por una apertura de mente y corazón, para llegar a la salvadora comprensión de que sólo Dios basta. Si hay un camino que conduce a Dios, ese es el procurar siempre vivir en armonía con los otros, siendo generoso y solidario con los humildes. Y así como la solidaridad viene a ser un refrigerio para quien la ofrece, quien demasiado se apega a instituciones y cargos, a títulos, a personas, o cosas materiales, tarde o temprano se quema. Si no lo crees, pregúntaselo al concón.