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Conocer la verdad y servirla con amor en la cotidianidad


“Siempre que tengas la verdad, debes darla con amor, o el mensaje y el mensajero serán rechazados.”

Mahatma Gandhi


No es posible conocer la verdad y guardársela para sí, tal cosa sería un claro indicio de su desconocimiento.


Yo soy el camino, la verdad y la vida, dice el Señor en su Santa Palabra.


El conocimiento de la verdad entraña la alta responsabilidad de servirla, y el solo hecho de hacerlo se convierte en la experiencia más gratificante pues, el mejor modo de servirla es viviéndola.


Al practicar la verdad no solo alcanzamos altitud de conciencia, sino que también ayudamos a otros a remontar su vuelo, a elevarse sobre las condiciones limitantes de este mundo, a insertarse en el campo de las infinitas posibilidades.


Y así, al tiempo que encontramos nuestra razón de ser y el verdadero sentido de la vida, de ese modo, servimos también a Dios.


El gusto de la verdad está en practicarla, en vivirla de adentro hacia afuera, en servirla con amor. No hacerlo sería permanecer atado al viejo patrón de negatividad y por ende, proceder de un modo incongruente con la voluntad de Dios, la cual, al menos para el que quiere, siempre hallará el modo de servirla en medio de su cotidianidad.


Veamos:


Servimos a Dios en el matrimonio amando, honrando y respetando a nuestra pareja.


Servimos a Dios en la familia asumiendo nuestras responsabilidades y procurando ser un modelo de santidad para todos.


Servimos a Dios desde nuestro oficio o profesión al usar los dones y talentos recibidos para bendecir al prójimo.


Servimos a Dios con nuestras amistades al perseverar en nuestra fidelidad para con ellas.


Servimos a Dios en nuestros vecinos siendo pacientes, tolerantes y amables con todos.


Servimos a Dios en nuestra vida personal siendo íntegros en todos nuestros actos.


Servimos a Dios en nuestra vida espiritual practicando la verdad y sirviéndola en pensamientos, sentimientos, palabras y acciones.


Servimos a Dios con nuestra finanza contribuyendo generosamente a la expansión y la sostenibilidad del reino celestial aquí en la tierra.


Y así, de ese modo, nos ponemos de parte de Dios glorificándolo en todos y en todo. ¿Y quién puede decir que ha glorificado así al Señor sin que a la vez haya sido alcanzado por su gloria?



“El que quiera ser grande, que se haga el servidor de todos”. Mc 10,43


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