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Fe y Conversión - Avenida de dos carriles que llevan a la Salvación


Fe y conversión son las dos alas de la paloma blanca del Espíritu que nos impulsan a volar hasta el cielo. O dicho de otro modo, las dos caras de la única moneda que circula en los establecimientos del reino.

La primera es una de las virtudes teologales, mientras que la segunda es una acción precedida de una firme decisión; ambas requieren de un proceso de madurez y perfeccionamiento continuo que abarca toda una vida.

Y aunque tanto San Agustín como Hebreos 11, 1 nos dan las más conocidas y mejores definiciones de fe, son tantas las veces que las hemos oído y leído que deliberadamente las voy a obviar aquí para proponerles una más fresca y diferente que ojalá pueda prender en la mente del lector.

Fe, es la firma y el sello de garantía estampados en nuestra conciencia, asegurándonos que recibiremos el bien no manifestado por el cual hemos orado.

La conversión, en cambio, si la misma es verdadera, se traduce en un nuevo nacimiento, en una vida nueva, porque como sabemos, el que está en Cristo nueva criatura es.

Yo he venido para que tengan vida, y vida en abundancia, nos dice Nuestro Señor Jesucristo.

Mas para alcanzar esta promesa, usted y yo tenemos que creer, tener fe en él, y arrepentirnos de la vida pasada, sirviéndonos del sacramento de la reconciliación, e iniciar una nueva vida por medio de la conversión.

Convertirse significa transformación, reencauzar su vida, volverse a Dios.

Conversión es recuperar el paraíso perdido por medio de Jesucristo, volver de regreso al Padre como imagen y semejanza suya. Es pasar de la incredulidad a la fe.

Este paso sólo puede ocurrir cuando estamos receptivos al llamado de Dios:

“Nadie puede venir a mí si el Padre que me envió no lo trae.” (Jn 6, 44).

Somos iluminados, inspirados y seducidos por el Dios de Amor:

"Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir» (Jer 20, 7).

Como avenida de dos carriles unidreccionales que llevan a la puerta del cielo, así son la fe y la conversión.

Quienes inducidos por su fe dan el paso hacia la conversión, es precepto bíblico que agradan a Dios, lo que por vía de consecuencia repercute plácidamente en su propio yo.

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