Paz
Tu paz no vendrá como resultado de acuerdos y tratados, sino más bien de una intima convicción de ser tú mismo una expresión de la paz que anhelas.
Tienes que ser, ante todo, la manifestación de esa paz que quieres tener, pues toda paz duradera, la verdadera paz, empieza a lo interno de cada quien.
Tu paz se fundamenta en reconocer quien eres, cual es tu verdadera naturaleza, y en saber interactuar con los demás, respetando siempre el punto de vista de los otros, aunque no los comparta; en desterrar los fantasma del miedo, en saber que “nadie es más que el otro, pero es menos sin el otro", y que somos lo que somos porque existen los demás.
Tu paz reside también en saber vivir con mansedumbre y humildad, aprendiendo el misterio de los océanos, cuya grandeza se explica porque siempre se mantienen por debajo de los ríos.
La paz no es ausencia de conflicto, sino la manera como tú te relacionas con él.
Juzgar según las apariencias, condenar, amenazar, intimidar, asumir un rol de victima, empequeñecer a los demás, no son comportamientos dignos de una mente luminosa, de la que se espera no una embestida, sino una actitud persuasiva, paciente, cariñosa y pasiva.
Paz en medio de la tormenta, esto no es utopía, es una meta posible, y se puede todavía.
"Les dejo la paz, les doy mi paz" Jn 14.27